Escucho grises, densas voces en el antiguo lugar del corazón".
En la otra madrugada,
Alejandra Pizarnik
Oblivion.
Una sensación de naufragio
en la boca del estómago.
Un Titanic hiende
un ingente iceberg.
Un susurro me recorre
y eriza toda la piel.
Un aliento gélido
‒de menta polar
el dentífrico‒
empaña mis ásperas manos,
ramas secas
de árboles desnudos,
y sin Nivea...
Unos labios agrietados
como la esquina
de la blanca pared.
Unas cintas de vaho
cayendo sobre mi frente.
Unas bolas de nieve
(o azúcar)
derritiéndose
como quien presencia la Verdad.
—Cierra la maldita ventana,
querida hermana.
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