Entre las multitudes
de plumas aladas,
faldas destartaladas
y deslices de carmín,
te encontré...
con tu pícara mirada
y mi máscara,
por casualidad,
te pareció enajenada.
Huí tras tu sonrisa.
Corrías entre lianas
de Amazonas
al compás
del baile de las abejas;
caía del cielo
relleno de almohada
y estallaban
al tocar tus pies
minas antitristezas.
Se interpusieron
entre tú y yo
nieblas de otras épocas.
Y me perdí.
Y no podía parar
eso que crecía en mí.
Y me sentí
como esa oruga
que no se atreve
a dar una patada.
No te supiste esconder
y seguí el destello
de tu aroma
a peligro y miel.
Y al alcanzarte
llenamos esa noche
de saliva,
de ron y nicotina.
Me colgué
en tu eslabón más débil;
destronaste al rey
y me diste jaque.
Tonto centinela
dubitando
entre éxito o fracaso;
pusimos precio al tiempo.
Ay, mujer,
ya me conozco tus quizás
y tus hasta más ver.
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