viernes, 9 de enero de 2015

Des-estres-ar-te

Que los paseos nocturnos duren
el tiempo que tarde un cigarro
en consumirse
o lo que necesite el sabor
del caramelo mentolado
para esfumarse
de la garganta,
en su defecto.
Buscar el parque más cercano
en esta ciudad que nunca duerme
por completo.
Contemplar el agua
clara
de la fuente.
Oír el murmullo de las luces
que has dejado en tu trayecto;
latentes permanecen
las ventanas de los edificios.
Demasiadas vidas preocupadas.
Notar la brisa
fría
que acaricia el árbol,
inmóvil,
tranquilo.
Querer ser árbol.
Llorar muy fuerte.
Calmar a este indomable corazón
que siempre está pensando
en el fracaso.
Ser frágil
como un pañuelo de mocos
usado.
Dar risa
como el envoltorio
de hamburguesa
del McDonald's
que baila
a la luz de la luna.
Sentirse algo insignificante.
Reconocerse humano.


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